A principios del XIX era un establecimiento fabril con tecnología tan avanzada que doblaba la capacidad de trabajo de los molinos de la costa malagueña. Según un antillano, era superior a cualquiera de los de sus islas
Lucia Prieto Borrego.
No son nuevos nuestros lamentos por la desaparición y el maltrato de nuestro patrimonio arqueológico industrial. Arrasados durante el gilismo, los últimos vestigios del pasado industrial -presentes hasta entonces en la Colonia de El Ángel-, destruidas arquitecturas singulares, abogamos por la recuperación del Trapiche de Guadaiza y nos felicitamos por la conservación del de Miraflores -incluido, éste en los inventarios del patrimonio industrial de la Junta de Andalucía-. Pero el infortunio persigue a lo que constituye el más importante conjunto de restos materiales de la arqueología del azúcar, no sólo del municipio, sino tal vez de la costa, los del Trapiche del Prado.